Breve estudio sobre Beatus ille

Antonio Muñoz Molina
Rodrigo Clavijo Forcade
Beatus Ille, la primera novela del escritor español Antonio Muñoz Molina, constituye un verdadero laberinto literario que rompe –precedida de notorios antecedentes– con una tradición canónica dentro del ámbito de la narrativa. Uno de los aspectos más interesantes a la hora de realizar un pequeño estudio de la obra, es poner especial énfasis en la peculiar organización que su trama posee.
Será vital, pues, advertir que la estructura de Beatus Ille no sigue una línea cronológica. La novela, por lo tanto, se construye a través de una utilización constante de saltos temporales –analepsis y prolepsis–, generando un notorio desfasaje en la relación historia-relato.
Teniendo en cuenta lo anterior, la crítica literaria Hariet Quint evidenció en uno de sus artículos[1], ajustándose a una teoría estructuralista de Seymour Chatman, la organización circular de la novela anteriormente citada. A grandes rasgos, ello puede explicarse porque «en la novela de Muñoz Molina principio y fin se enlazan y forma un círculo temporal y espacial.»[2] Esta unión tan particular de los diferentes bloques narrativos es lo que le otorga la estructura circular a Beatus Ille.
Se trata de una novela de alta complejidad interpretativa: a la falta de linealidad en la construcción del argumento se le debe sumar, también, la multiplicidad de narradores que en ella existen. A su vez es importante remarcar que varios de los personajes que intervienen en la obra, comentan un mismo suceso de manera distinta a lo largo de su desarrollo, y realizan juicios de valor al respecto que también resultan variables. Es por ello que Maryse Bertrand de Muñoz afirma que la novela «se va ahondando cada vez más en la historia de los diferentes personajes en círculos concéntricos», existiendo un desarrollo cada vez mayor de ciertos sucesos relatados.[3]
La novela Beatus Ille se encuentra dividida en tres partes principales. En la primera de ellas, el joven Minaya arriba a la ciudad de Mágina con el pretexto de escribir una tesis doctoral sobre un poeta prácticamente desconocido: Jacinto Solana. Minaya es recibido en la casa de su tío Manuel, quien fuera a su vez gran amigo de Solana. Durante este tramo de la obra, el narrador aparenta ser omnisciente y externo. En la segunda parte de la novela se suceden una serie de relatos en primera persona, los cuales giran en torno a Mariana, esposa difunta de Manuel y amante del anteriormente citado poeta. A su vez, esta segunda parte tiene la peculiaridad de poseer fragmentos en los cuales el narrador se encuentra en tercera persona, demostrando un alto grado de omnisciencia. En la tercera parte finalmente, y luego de la muerte de su tío Manuel, Minaya regresa a Madrid habiendo logrado esclarecer el crimen de Mariana, que tiñe a toda la novela de un fuerte toque policíaco.[4]
Como ya se ha comentado, una de las complejidades mayores que presenta la novela a la hora de su análisis es la multiplicidad de narradores que posee. Estas dificultades en el reconocimiento de la voz narrativa se plantean ya desde el primer capítulo de la novela, el cual condensa una gran cantidad de información que puede llegar a confundir al lector desatento. Hariet Quint expresa al respecto que «el cambio brusco de los pronombres de “yo” a “él” o “ella” desorienta al lector en cuanto a la voz narrativa y a quién se refiere el relato...»[5]
Maryse Bertrand de Muñoz, al referirse a los narradores de la novela, centra su análisis en las características metadiegéticas que la obra posee. Verdaderamente se trata, en efecto, de «una historia dentro de una historia»[6], lo cual vuelve aún más dificultosa la tarea interpretativa por parte del lector. Sin embargo el relato metadiegético propiamente dicho, es decir, la vida de Solana descifrada por Minaya, tiene rasgos peculiares que hacen aún más interesante el desarrollo de la historia. Ese relato aparece referido en primera persona, con una focalización cero, y su narrador parece ser heterodiegético, es decir que cuenta la historia sin involucrarse en ella. Pero, finalmente, el resultado del juego con las voces narrativas de la novela llevan a que «la caja china que contiene el relato metadiegético y que debería ser más pequeña que la del relato primero, el de 1969, [ocupe] infinitamente más lugar.»[7]
La identidad del narrador será, por lo tanto, una gran incógnita a lo largo de toda la novela, resolviéndose en sus momentos finales, cuando todos los cabos de la historia se terminen de atar. En este final el relato da un giro inesperado, cambiando rotundamente su sentido: descubrimos que tanto el narrador en primera como en tercera persona no son heterodiegéticos, sino homodiegéticos, y que la objetividad que evidenciaban estaba basada en un profundo juego literario.
El verdadero narrador de Beatus Ille es el poeta Jacinto Solana, a quien todos daban por muerto luego de su supuesta ejecución en 1947. Solana, que vive escondido en Mágina sin ser reconocido por nadie, finalmente escribe su novela aprovechando la estadía en la ciudad de Minaya, quien se dirigió hasta allí para investigar una obra inexistente.
Por lo tanto «en Beatus Ille, Solana, creador del “cuaderno azul”, es el que cuenta en el primer y en el segundo nivel, a la vez que es él del cual se cuenta; Minaya y todos los personajes son a la vez criaturas de Muñoz Molina y de Solana; Minaya lee el “cuaderno azul” y es leído por Solana; Minaya escribe sobre Solana y Solana sobre Minaya. Es realmente el círculo perfecto, la espiral envolvente que arrastra tanto al narratario interno como externo.»[8]
Hasta el momento hemos nombrado a varios personajes de la novela, comentando algunas de sus características más peculiares. Sin embargo, consideramos que será sumamente interesante poner especial énfasis en la construcción de los personajes femeninos del relato, los cuales también representan una gran complejidad y riqueza a la hora de su análisis. Nos centraremos, principalmente, en los personajes de Mariana, Inés, doña Elvira y Beatriz.
Mariana es el principal personaje femenino de toda la novela, y su sola presencia hace girar las acciones de los otros personajes, entre los que destacan Manuel y Jacinto Solana. Mariana es vista por varios personajes como un objeto de adoración, al cual se le debe cumplir tributo. Medina, por ejemplo, en un fragmento de la novela caracteriza a Mariana como una de esas deidades que «no se enamoran de uno. Le sonríen, si acaso, desde su pedestal, le permiten que mire su fotografía como si fuera una estatua, le rozan distraídamente una mano en el café, le ofrecen un cigarrillo manchado de lápiz de labios.»
Teniendo en cuenta lo anterior, el Profesor Dorde Cuvardic García, de la Universidad de Costa Rica, considera que varios personajes masculinos de la novela observan a Mariana a través del ideal de la «belleza contemplativa», que considera a la mujer como un objeto erótico inalcanzable para el hombre. Es por ello que Mariana «queda convertida en una diosa del amor que incorpora el placer y la crueldad inherentes a su función.»[9]
Un punto sumamente interesante planteado por Dorde Cuvardic García, es el fetichismo presente en los personajes masculinos que veneran a Mariana. La ausencia del objeto amado se resuelve gracias a esta actitud fetichista del amado, que guarda la imagen deseada en dibujos y fotografías. En varios pasajes de la novela se comentan estas costumbres fetichistas de Manuel, que aún conserva el vestido de novia, los zapatos y el ramo de flores de Mariana. Las fotografías y los dibujos citados anteriormente, también aparecen con regularidad: la presentación de Mariana se realiza recurrentemente a través de estos objetos, que se encuentran presentes por todos los rincones de la casa. Estos objetos aparecen como una especie de refugio nostálgico de un pasado fuertemente idealizado que representa el tiempo vivido junto a la amada.
Inés mientras tanto, otro de los personajes femeninos más importantes de toda la novela, realmente cumple una función vital en el relato, pues actúa como un hilo conductor a lo largo de todas las intrigas que se suceden en la obra. Esta muchacha, presentada a través de un alto componente erótico, se mueve principalmente en espacios privados y cerrados, observando todos los acontecimientos que ocurren a su alrededor y comentándoselos a Jacinto Solana, el narrador de la historia. Este dato no es menor, pues Inés es la verdadera fuente de datos que posee Solana, configurando de esta forma una trama de compleja resolución.
Maryse Bertrand de Muñoz propone un interesante sistema de equivalencias entre la figura de Mariana e Inés. Esta idea parece reforzarse por la constante presencia de espejos a lo largo de toda la obra. Las mismas fotos y retratos, elementos que han sido nombrados anteriormente, así como las diferentes esculturas diseñadas por Utrera, aparecen cumpliendo esta función duplicadora en la novela. Una escena que perfectamente podría ejemplificar lo anterior, sucede cuando Minaya e Inés hacen el amor en la misma habitación que perteneciera a Manuel y Mariana, y en la cual compartieron escasas horas.
Otro personaje vital es del de doña Elvira, la madre de Manuel. Esta anciana intenta, por todos los medios posibles, detener la decadencia de su familia y la vergüenza de su hijo. Doña Elvira fue quien encargó la muerte de Mariana al escultor Utrera, dato sumamente importante a la hora de configurar un perfil de su personalidad.
Otro dato trascendental en la construcción de este personaje, refiere a los espacios en los que doña Elvira se mueve. Prácticamente en todos los fragmentos en los cuales la anciana es mencionada, su figura aparece habitando aposentos oscuros y decadentes. Doña Elvira también se mueve en espacios cerrados, en ámbitos privados que le impiden relacionarse con el mundo exterior. Teniendo en cuenta las características de su personalidad, es muy probable que este retraimiento se deba a un extraño sentimiento de dignidad y orgullo, lo cual termina configurando la imagen de un personaje con una alta complejidad psicológica.
El comportamiento de doña Elvira parece ser interpretado como altamente extravagante por el resto de los personajes, quienes la consideran por fuera de los problemas de la realidad. Sin embargo, su carácter la transforma en el personaje más influyente de la casa. La anciana conoce prácticamente todos los movimientos del hogar, y utiliza el chantaje de una manera cotidiana para lograr lo que desea.
Beatriz es otro de los personajes femeninos más importantes a lo largo de la novela. Esta mujer realmente se nos muestra enamorada de Jacinto Solana en los transcursos de la novela en los que aparece. Tal vez por eso mismo, por encontrarse siempre tan al alcance de la mano del poeta, Solana no logró valorar nunca, en su justa medida, el amor que Beatriz sentía por él.
Dorde Cuvardic García expone que «la Beatriz de Muñoz Molina se opone a la Beatriz de Dante. En Beatus Ille es un personaje que desmitifica el ideal de la belleza contemplativa, mientras que en La Divina Comedia es un personaje sujeto a esta idealización.»[10] Finalmente, en la vejez del poeta, Solana reconoce que siempre privilegió la imagen misteriosa que Mariana desprendía por sobre el evidente cariño fiel de Beatriz.

[1]Quint, Hariet, La estructura narrativa de la novela Beatus Ille de Antonio Muñoz Molina.
[2]Ídem, pág. 3.
[3]Bertrand de Muñoz, Maryse, Relato metadiegético, intertextualidad y circularidad. Aproximación a Beatus Ille, de Antonio Muñoz Molina, pág. 1693.
[4]Ídem, pág. 1692.
[5]Quint, Hariet, La estructura narrativa de la novela Beatus Ille de Antonio Muñoz Molina, pág. 1.
[6]Bertrand de Muñoz, Maryse, Relato metadiegético, intertextualidad y circularidad. Aproximación a Beatus Ille, de Antonio Muñoz Molina, pág. 1692.
[7]Ídem, pág. 1692.
[8]Ídem, pág. 1698.
[9]Cuvardic García, Dorde, La desmitificación de la imagen femenina de la belleza contemplativa en Beatus Ille, pág. 4.
[10]Ídem, pág. 8.

 
BIBLIOGRAFÍA:
-Bertrand de Muñoz, Maryse. Relato metadiegético, intertextualidad y circularidad. Aproximación a Beatus Ille, de Antonio Muñoz Molina. Disponible en:
http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/10/aih_10_2_081.pdf
-Cuvardic García, Dorde. La desmitificación de la imagen femenina de la belleza contemplativa en Beatus Ille. Disponible en:
http://www.tec.cr
-López de Abiada, José Manuel y López Bernasocchi, Augusta. Para una cronología de Beatus Ille. Disponible en:
http://www.anmal.uma.es/numero15/Abiada.htm
-Quint, Hariet, La estructura narrativa de la novela Beatus Ille de Antonio Muñoz Molina. Disponible en:
http://www.ucm.es/info/especulo/numero27/beatus.html